Como
el agua, todo te pasa por los costados sin salpicarte. Un día no muy lejano, el
río quemara las entrañas con tu propia llama.
Ahí
estaré esperándote, nos encontraremos sonrientes en el borde de la esquiva
soberbia con la que observas el mundo. No traigas el paragua abierto porque
nunca aviso cuando llego con la tormenta.
Los
pies dormidos sueñan con el precipicio profundo de tus miedos.
Cuando
el viento deje de soplar, de un lado quedarán las rosas secas y del otro la miel
del silencio. La lluvia rogará que el sol seque tu piel en lágrimas.
Tus
manos despertaran al soplo de una bofetada y pidiéndote disculpas harán justicia
sobre tu alma.
En
tu camino de estrellas la luna reposa inconsiente sobre las sabanas bordadas.
No hay arrepentimiento de quien reparte
el dulce veneno de su boca de espalda al infierno y de cara a dios, rezando no
ser descubierto, mientras lava sus manos
en la fuente de los pecados ajenos.