Sofia tu papá es de Boca y esta es su pasión. Vos sos socia de Lanús, pero en algún momento quizas .. .. mientras no le digas que sos de River.Recorda que "El Diego", fue de Boca.
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domingo, 26 de marzo de 2017
martes, 20 de enero de 2015
Gracias a mi madre
Hace unos años me encontraba indecisa pensando en mi futuro
y no sabía si seguir mi intuición o la lógica. Mi mamá entonces me dio un
consejo y me dijo, no se cambia de caballo en mitad del río. No queda muy bien irse
y abandonar dos veces el mismo lugar, menos cuando la situación es delicada. Al día
de hoy puedo decir que ese fue uno de los peores consejos que mi madre de manera
inocente me dio, y yo seguro, el peor consejo
hasta el momento que seguí.
Las decisiones aunque cuesten tomarlas, después de oír otras
opiniones, si aun así no encontramos una razón al asunto, deberíamos seguir la
intuición. Porque las respuestas muchas veces están al final del camino y no,
cuando las necesitamos. Tener la confianza suficiente en nosotros y darle para delante, es más que ser
optimista. Hay que tener el coraje de
quedar solo expuesto a las críticas, pero a la larga, eso es mejor que
complacer. Por alguna razón sos el único que puede sentir lo que, en un cierto momento
no tiene explicación; vos conocés dónde
te estas metiendo, con quienes te estas
relacionando. Solo vos tenes el privilegio de mirar los ojos de las personas que
te hablan. Esos ojos no mienten, se expresan bajo cualquier silencio, sobre
todo cuando son esquivos a tu propia mirada. El sentir debería tener un lugar justo
al lado del pensar.
Por algo contamos con ambas cosas.
Y como padres deberíamos apoyar más a nuestros hijos. Claro
que un padre siempre hace lo que cree mejor para un hijo, por eso están
perdonados. Los pecados después de cierta edad son únicamente nuestros.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Tan libres y tan esclavos
Algunos parecen no enterarse de
las cosas o prefieren esquivarlas. No soy de los que buscan respuestas, ni de
los que hacen muchas preguntas. Si mi intuición me hace ir por un camino, no lo
esquivo. Es cierto que hay intenciones nobles, el problema aparece cuando las
personas que llevan delante esas nobles causas no son las más honestas. A veces
sucede que no hay intersección entre esos conjuntos, causas nobles y personas.
No obstante veo con cierta envidia mucha gente que, defendiéndolas hacen la
vista gorda sobre quienes llevan delante las mismas. Ahí es donde no puedo
acompañarlos. No creo que puede ir por un camino lo bueno y por el mismo lo
malo, mezclarse y resumirse en lo más conveniente, sin que nos preguntemos para
quién. Por lo menos a mí me hace pensar
que, las causas no son tan nobles como aparentan y que algún provecho sacarían las personas que las emprenden. Pero, siempre
está el que minimiza el robo porque el monto es pequeño, por el ingenio, por la
causa, por el fin. En cambio yo me centro en el que lo realiza. Una persona de
bien, no roba, no mata, no ensucia, no lastima.
Encontrarme todas las mañanas con
gente que me dice lo que debo hacer. Mirarlas
y descubrir que sus pecados son trágicos.
Son los que practican el “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Entonces
doy vuelta la página.
Alguna vez, en nuestra juventud todos tuvimos grandes y
nobles ideales. Ideales que fueron mutando con el paso del
tiempo, ajustándose a las necesidades, a la época. Sin embargo hay personas que
viven ese ideal eterno como si fuera una película. El eterno adolecente
que anda en moto contra el viento, riendo, dejando todo detrás, menos su ironía.
Veo a otros que en algún momento cuando cambiaron las circunstancias practicaron lo que les resulto más conveniente mientras su ideal, lo durmieron, por peligroso e inoportuno. Un día lo descubrieron nuevamente y entonces salieron como aquellos muchachos, ahora con sus falsos cabellos largos, sus pantalones gastados de 400 dólares comprados para tal fin a buscar la vieja moto. La encendieron y arrancaba; todavía hacia ruido, tan rustica y sencilla y como jovenes comenzaron a rodar por las calles gritando sus sueños. Los observo, los escucho y algo no concuerda porque ya son viejos, llenos de todo y por azar o circunstancias desconocidas van por más, ellos no juegan.
Arrean jóvenes libres, revoltosos, reaccionarios, creyentes del todo de todos. Llevados por la guitarra y la música de esos viejos rebeldes de ayer que hoy paradójicamente se despiertan en un palacio, comen caviar, desayunan en platos de oro, se bañan en rosas, tan distintos de lo que fueron, pero ellos tan inocentes eso no lo ven, no se preguntan como se transformaron en tan burgueses. Ellos corren contra el viento siguiendo ese ideal tan idílico que sus líderes alguna vez abandonaron. Tan libres y tan esclavos.
Veo a otros que en algún momento cuando cambiaron las circunstancias practicaron lo que les resulto más conveniente mientras su ideal, lo durmieron, por peligroso e inoportuno. Un día lo descubrieron nuevamente y entonces salieron como aquellos muchachos, ahora con sus falsos cabellos largos, sus pantalones gastados de 400 dólares comprados para tal fin a buscar la vieja moto. La encendieron y arrancaba; todavía hacia ruido, tan rustica y sencilla y como jovenes comenzaron a rodar por las calles gritando sus sueños. Los observo, los escucho y algo no concuerda porque ya son viejos, llenos de todo y por azar o circunstancias desconocidas van por más, ellos no juegan.
Arrean jóvenes libres, revoltosos, reaccionarios, creyentes del todo de todos. Llevados por la guitarra y la música de esos viejos rebeldes de ayer que hoy paradójicamente se despiertan en un palacio, comen caviar, desayunan en platos de oro, se bañan en rosas, tan distintos de lo que fueron, pero ellos tan inocentes eso no lo ven, no se preguntan como se transformaron en tan burgueses. Ellos corren contra el viento siguiendo ese ideal tan idílico que sus líderes alguna vez abandonaron. Tan libres y tan esclavos.
jueves, 13 de noviembre de 2014
El muchacho del subte B
Hoy volví a escuchar al muchacho
del subte de la línea B. Parece que canta bien, ya que la gente se reúne, lo
aplaude y el feliz toca sus temas.
Siempre le digo a mi hija que si hay algo que envidio, no es el dinero,
no es el poder, simplemente envidio a las personas que tienen una virtud tan
linda que no solo les hace feliz a ellos sino también, pueden compartirla con
los demás y hacerlos pasar un buen momento.
Por eso, envidio los que tienen la virtud de cantar, la virtud bailar,
virtudes populares que nacen con uno, se mejoran con el tiempo y nunca mueren.
Esas personas son pocas en relación
con el conjunto y a la vez son muchas. Uno, que no entiende canto o el arte, le puede agradar o no alguien. Pero por algún
motivo del azar, no todos triunfan. Entiendo que esos pocos, además de
virtud y talento, tienen carisma y suerte. Los otros que conocemos por
casualidad y los que no, seguramente son felices a pesar de que no llegan a lo
alto. Ellos despiertan con su guitarra, son su don y salen a las calles a
disfrutar un día más en el paraíso. Su infierno, debe ser más suave. Imagino
que sus tristezas, sus alegrías se disipan con el solo hecho de usar su varita mágica,
su virtud.
Si existiera un retorno y pudiera
elegir que hacer, me gustaría nacer con la virtud del canto de los tristes, de
los poetas. Quisiera estar un día en la piel de alguien que crear un ritmo, un sonido
y lo puede compartir con miles de personas, agradeciendo su presencia, su arte.
El arte viste de gala el alma del
hombre. El hombre sin arte es un ser a medias. Es simplemente un hombre, con una profesión, con
un oficio, con una razón de ser, es una serie. El arte en cambio, embellece, calma, distiende, seduce. El arte, se
perdona aunque no se entienda, porque se siente, porque enamora, une y libera.
Envidio sanamente a ese muchacho
del subte B, que cuando arranca o cuando llega el tren la gente se voltea a las
ventanillas con una sonrisa en busca de
quién es el mago dueño de esa música que parece gustarles tanto. Yo en
cambio soy uno más que no tiene nada para ofrecerles.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Escribir mi día
Voy a tratar de escribir algo una
vez al día. Ese algo sería como beber un vaso de agua, tomar una ducha, comer. Sería
algo no indispensable para vivir, pero necesario para mí.
Hacemos cosas como autómatas sin
preguntarnos si valen la pena, si son útiles, necesarias, importantes. En ese
conjunto de tareas que habitualmente ejecutamos, pocas veces se encuentra la de reflexionar qué fue lo mejor y lo peor de ese día y menos
creo, nos sentamos a escribirlo.
Vivimos rápido, caminamos más rápido.
Nos aislamos, compartimos nuestro mundo
interior desde un celular o una PC. Nos escondemos de nuestras expresiones y
emociones. Somos temerosos de la crítica y de lo espontaneo. Apenas nos detenemos a mirarnos en el espejo. Eso parece normal, ya que no nos sobra el
tiempo.
Entonces, cuando llega el final
del día volvemos a casa, encendemos la televisión y nos quedamos parados detrás
de esa ventana por la que pasan todos los instantes del día compactos en una
mirada. Y nuestra realidad donde quedó?
Así nos va a sorprender la
noche y
el adiós.
No quiero envejecer tan rápido.
Quiero ir más lento y sentir más hondo. Quiero
dejarle a mi pequeña flor el soplo de un segundo de cada día. Ella quizá lo absorba cuando detenga su paso en esa
ventana que pocos abrimos, nuestro interior. Las llaves de ese laberinto no las
tengo, solo puedo ofrecerle un puente para que siempre estemos unidas.
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