miércoles, 12 de noviembre de 2014

Escribir mi día



Voy a tratar de escribir algo una vez al día. Ese algo sería como beber un vaso de agua, tomar una ducha, comer. Sería algo no  indispensable para vivir, pero  necesario para mí.
Hacemos cosas como autómatas sin preguntarnos si valen la pena, si son útiles, necesarias, importantes. En ese conjunto de tareas que habitualmente ejecutamos,  pocas veces se encuentra la de reflexionar  qué fue lo mejor y lo peor de ese día y menos creo, nos sentamos a escribirlo.
Vivimos rápido, caminamos más rápido.  Nos aislamos, compartimos nuestro mundo interior desde un celular o una PC. Nos escondemos de nuestras expresiones y emociones. Somos temerosos de la crítica y de lo espontaneo.  Apenas nos detenemos a mirarnos en el espejo.  Eso parece normal, ya que no nos sobra el tiempo. 
Entonces, cuando llega el final del día volvemos a casa, encendemos la televisión y nos quedamos parados detrás de esa ventana por la que pasan todos los instantes del día compactos en una mirada. Y nuestra realidad donde quedó?  Así  nos va a sorprender la noche  y  el adiós.
No quiero envejecer tan rápido. Quiero ir más lento y sentir más hondo.  Quiero dejarle a mi pequeña flor el soplo de un segundo de cada día. Ella  quizá lo absorba cuando detenga su paso en esa ventana que pocos abrimos, nuestro interior. Las llaves de ese laberinto no las tengo, solo puedo ofrecerle un puente para que siempre estemos unidas.

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