martes, 18 de noviembre de 2014

Acciones involuntarias



Ellos no están seguros de su utilidad. Como niños creen que las mentiras pasan inadvertidas y nada podrán hacer en su contra. Creen que  es parte de la supervivencia destruir al competidor.
Sin embargo cuando lo obvio se hace tan pero tan evidente es porque no hay competencia, simplemente antojo por hacer daño. Acá es donde no comparto los mecanismos que me imponen y donde tarde o temprano intento descomponerlos.
Desconozco qué es lo que intentan apresar y no pueden. De más está confesar que no lograran hacerlo y que  seguramente se equivocaran.
Siempre conseguí lo que quería; más cuanto más me han molestado. 
Vivo  tranquila, sin mirar ni juzgar a otro, pero si en el camino intentan pasarme por arriba, derribarme, hacerme una mala jugada, yo  soy de esas personas que no debiste enojar.
No voy a correrte, ni a perseguirte, ni voy a enloquecer tratando de apartarte del camino o derribarte, no voy a hacer nada hasta el día que sienta que es el momento preciso. Pueden pasar años para que llegue, pero una mañana el sol se posara nuevamente sobre mi hombro.
Desde ahí obtengo la fuerza, el impulso, el control.
No doy más que lo justo y necesario, no menos de lo que he recibido.  Creo en las circunstancias involuntarias; lo que no creo es en las acciones involuntarias.  Alguien que es capaz de discernir lo que le conviene o no, y por cierto, suele siempre salir beneficiado, no puede decir que no sabía lo que hacía o, que fue obligado a hacerlo. 
Las personas que de mala vibra me han tocado de cerca yo he podido detenerlas y aquietarlas.  No voy a llevarme nada en el último minuto, voy a dejarlo  todo, lo malo y lo bueno que logre cosechar. En ese todo van estar aquellos que estuvieron cerca de mí.  Los que fueron buenos me van sonreír. Los que fueron malos conmigo, van a llorar.  Pero todos los que me tocaron de cerca para bien o para mal, tendrán un lugar en mi rosario, una cruz o un zorzal.

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