Muchas veces, creemos que somos menos o más de lo que nos
merecemos, hasta que alguien nos ayuda a caer.
En tu laberinto de estrellas, del lado oscuro del sol.
Azules y lluviosos, perdido entre el verde y oscuro río del
sur
Navega tu barco del otro lado del
precipicio.
Pasos sobre la arena descalza, seca de tiempo, llena
de placer artificial.
Una suerte de herida que ayuda a
juntar los desperdicios sobre tus otros seres. Ellos habitan en las maletas llenas de furia.
Desnudos sobre la piernas cansadas de papá?
El único adiós que quisiste y no
pudiste dar!
Tú cara explotando en llanto frente al espejo; el
testigo de tus partes violentas.
Miedo a olvidar las hojas amarillas que florecen sobre
el nuevo Z.
Una mezcla de dulces, locuras y
plegarias.
Atrás, un arcoíris de sonrisas; adelante, un grueso
tronco tratando de pasar por tus verdes ojos.
Fuiste un latido suave que no logro llenarse con
ningún corazón.
Hoy, son mañanas vacías, buscando como
un niño deprimido, el juguete de ocasión.
Una charla en un café hubiera saldado toda la deuda;
olvidando palabras y situaciones confusas.
Z, ni en la cordillera más alta, ni en el rio más
profundo, ni en los exóticos destinos del placer vas a encontrarte.
Estás en las miradas de los ojos que se
cerraron; en las manos que te acariciaron cuando tu piel era suave.
Suena una canción redonda, una noche de luna sin remordimientos.
Ya lejos, en el país del very good!, los días son noches que
pasan como los huracanes.
Llegará el momento en que recordaras de manera borrosa
la gorra de papá, los ojos emocionados de mamá y los rostros de tu infancia.
Algunos, estarán recostados en la mecedora descalza, a pesar
de la indiferencia de tu cerrada alma.
Tu corazón lejano late, recordando donde aprendió a amar, a
sentir, a perder, a partir.
Ahí está la mitad de tu yo.
Podrás perdonarte por ese egoísmo?
Creí verte con un niño en brazos cerca de la estación de
tren. Quizá, alguien hubiera curado tu nostálgico andar.
Te siento pequeño y apuesto que aún despiertas y escuchas
ladrar a crazy, entonces miras hacia la puerta de la calle R V al 300,
sobre la ligustrina esperando que algún amigo llegue para el fernet.
A veces, un sueño trae el olor a
tierra y pasto mojado de esos largos campos donde te criaste.
En el atardecer están los que les
sonreíste y a los que les toco llorar por tu ronco destino.
Esas luciérnagas darán luz a tu oscuridad.
Cuando todo sea dicho a pesar del amor y el daño,
triunfará el perdón, la compasión y la esperanza de las cenizas que alguna vez
volverán a brillar.