miércoles, 27 de noviembre de 2013

Senderos de mar


El poeta no calla ni muere,  duerme en el  cielo de tu corazón.

Atado en lágrimas cuelga sobre mi pecho el collar de tu última mañana.

La arena revuelve la espuma  y se impregna el olor de las profundidades.

En algún oscuro canto de lejanía estas mirándome rezar. El sentimiento descalzo apenas cubierto de sal cubre el sendero partido.

No tengo el calor ni el fuego para inventarlo. Tengo un sable de plumas que intenta en vano penetra el abismo que nos separa.

El ave detendrá el viaje en un latido cuando se apaguen las luces y la oscuridad alcance por completo la retina de mi alma.

Estaré esperando que me envíes la invitación en una hoja seca con el brillo de la tarde.

Sentada sobre el escalón junto a tu puerta cerrada abriendo paso al milagro que nos unió.

Una canción se escapa del instrumento y me pide que la consuele. No puedo, el pulso se detuvo hace tiempo solo me quedo el frío de  tu pequeña llama encerrada en mis manos.

El poeta no duerme; sueña que  estoy viva sobre volando el final.

Para vos papi, te extraño mucho!

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