jueves, 19 de marzo de 2015

Sal desnuda



Ella se sumerge en el mar y bailando llega hasta la orilla.
Salta desnuda salpicando la sal de sus mañanas.
Se la escucha gritar y esconderse entre los granitos de arena.
Apenas besa los labios amarillos mientras dibuja un encuentro borroso y perturbador.
No tiene sentido de la ausencia. Llega con fuerza y se retira en paz.
Vuelve al lugar que la trajo para esconderse en el  oscuro paraíso celeste de pájaros sin alas.
Siempre regresa cubierta de distintos vestidos de gotas.
Su encuentro deja un aroma profundo y oscuro.
Tan simple es su deseoso instante, tan iluminado.
Salgo a su encuentro y con miedo retrocedo.
No me animo a desafiarla. No tengo el puño, tengo el puñal hundido en el mismo cuello.
El desafío no es cubrirme de sus gritos, ni correr hacia la altura. El desafío es enterrarme en su mundo sin dejar de suspirar.

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