A veces hay que aprender a
refrescarse los pies en el barro y las manos en el fuego.
Muy pocas veces hay que cargar el
crucifijo ajeno.
Nunca hay que sentarse a escuchar
al zorro.
Jamás hay que cruzar el rio con el bote pinchado.
Pero lo que nunca hay que tolerar,
porque siempre hay mas de lo mismo y menos de lo importante, es escuchar correr el agua que pasa por debajo y
convencerse que es mejor dejarla partir.
Hay que avanzar mas allá de la
baldosa sobre la que estamos parados. Lo importante del camino no es lugar del que partimos o al que vamos, sino
el aprendizaje que recorremos. Estamos seguros de que nos alejamos, pero no
tenemos la certeza de que llegaremos al lugar determinado.