Cuentos para Sofia
Sofía, muchas veces hay que elegir, entre vivir con una mentira piadosa, que con una verdad tortuosa.
Alguien se pregunta por qué los hechos
suceden sin que nadie los perciba.
Ahí está, el egoísmo de querer
controlar todo, mezclado con el miedo a perderlo. No se percibe cuanto, se
siente el poco miserable des encuentro
del destino.
La ventana siempre se iluminaba
por la noche, la única luz encendida en toda la cuadra. Se lo veía caminar por
la habitación alrededor de la 1am, acercándose al vidrio, deteniéndose unos
pocos instantes. Su figura era fina, reciclada, siempre dócil. El cuadro del
solitario pintado a rebanadas. Él, qué buscaba divisar en el parque? Si en la
oscuridad solo daban vueltas las almas en pena.
Permanecía horas mirando hacia el mismo lado; yo creería que en
su búsqueda no pestañeaba. Imagino, que de fondo sonaba alguna música de opera o
clásica. Él quedaba compenetrado en el misterio del olvido. Tantas
posibilidades y ninguna coincidencia.
Sería esa la hora en que alguien
partió sin despedirse? El minuto en que sonaba el teléfono y no se logró
contestar? El amor derramado sobre algún pedazo de aquel inmenso sol verdoso?
El adiós, el regreso, el insulto,
el consuelo. Quién podría adivinar qué desvelaba aquel infortunio.
Mi departamento estaba frente al
suyo, podía observarlo de manera frontal. Yo era casi como él, pero no me hacía
visible. Me condenaba el insomnio desde
que era joven y para no sentirme solo buscaba personas con quien entretenerme.
La televisión era convencional, también la radio. Necesitaba algo más profundo
donde detenerme, una historia casual llena de burlas. Fue cuando me senté en el
sofá, deje el café en la mesita y el cigarrillo
consumiéndose en el cenicero y me puse a observar la única ventana en la que
se perfilaba una figura. Una día, una
semana, un mes. Pasaba el tiempo y esa figura estaba siempre ahí consumiéndose.
Una noche soñé con él, me estaba
despidiendo en el parque cuando repentinamente un señor paso corriendo y lo
empujo. Al intentar agacharme para extenderle una mano, caí en un pozo pequeño
pero resbaladizo. Intente salir pero no podía, algo invisible me presionaba
hacia abajo. AL despertar quise recordar algún detalle, pero no tuve suerte. Solamente
me quede con la molestia de no poder ver ni su cara, ni sentir su olor, ni
siquiera pude percibir su presencia. Entonces comprendí que se estaba transformando
en una obsesión.
Luego de 1 mes sin más novedades
que la luz y el señor en la ventana, decidí acercarme hasta él y comencé a
planear ese encuentro.
Fui hasta al vecindario, me
acerque al edificio y entable una conversación con una mujer que salía del
mismo. Un evento casual o no, pero que fue decisivo para lo que se
aproximaba. Yo ni siquiera fui capaz de
adelantarme al momento.
Simplemente la acompañe hasta el
mercado con la excusa de que no era del lugar y estaba buscando un pariente que
según los detalles que tenía, estaba viviendo en los alrededores del parque;
además creía que trabajaba en el mercado del vecindario.
Así, la acompañe durante sus compras y luego la
ayude con la mercadería. Ingrese al edificio y pude entonces acercarme más a
las puertas del infierno. Ella vivía en el piso 8, mi pesadilla habitaba el 11.
Al despedirme, muy amablemente me dio su teléfono y quedamos en encontrarnos
nuevamente. Yo decidí subir por las escaleras los pisos que nos separaban de
aquel individuo y entonces sin pensarlo ni planearlo, llame a su departamento.
La puerta se abrió y pude tenerlo
de frente. El señor era delgado, aproximadamente unos 60 años, de piel blanca,
cabello rubio y ojos azules. Estaba ahí, sin reaccionar cuando pregunto, qué
necesitaba. Lo mire una vez más y le
dije, busco al Sr Albornoz, podría ser cualquier nombre, entonces me contesto-
El Sr no está, quizá regrese en unos meses, puede usted llamarlo a este número,
tenga usted buen día.
Salí del lugar sin comprender
demasiado si eso era real. Existía Albornoz? O solo fue una parte del juego que
este Señor debía jugar. La respuesta a la consigna, la que él esperaba durante
todas las noches.
Me fui a caminar, sin pensar en
nada. Alrededor de las 20hs regrese a casa
y me senté junto a la ventana. Esa noche la luz no se encendió. Pasaron
las semanas y no hubo más figura detrás del vidrio.
Comencé a investigar si alguien
con este apellido vivía o residía en ese departamento y qué hábitos tenía. Para
tal fin, fui a visitar a un amigo que podría tener acceso a los datos que me
interesaban. Mientras tanto, la mujer del octavo se comunicó y quedamos en
salir el próximo día sábado.
Era un día caluroso para andar
por las calles, así que la invite a comer y luego fuimos a mi departamento. Nos
llevábamos varios años de diferencia,
pero la muchacha necesitaba ayuda, aunque no la pedía, algo me trasmitía y era
dolor. No hablamos de temas personales, solo de música y de lugares, pues había
viajado mucho a pesar de sus pocos años.
Entonces sin que nadie mencionara
directamente el tema, me pregunto, por
qué estaba interesado por el Sr. Albornoz. Me quede sin aire. No conteste su
respuesta, solo le pregunte, como sabía
de mi encuentro con el Sr del piso 11?
La niña sin demasiadas vueltas me
respondió que ese edificio era de su familia. Nadie busca ni encuentra personas
que no sean de su entorno. El Sr del piso 11 no hizo más que contactarse para
contarle la conversación que mantuvimos. El Sr Albornoz no existe, lo vera
cuando nadie le de las respuestas que busca. No obstante, algo sí cambio desde
que usted golpeo esa puerta, nadie iba al piso 11 y preguntaba. Nadie, excepto
usted. Entonces amigo, ahora es momento que me diga que busca? Acá estoy para contestar sus dudas, solo le
pido sinceridad porque el tema es delicado.
Que podría hacer más que
explicarle cual fue mi conexión con ese departamento y la persona que de manera
metódica todas las noches estaba ahí presente.
Ella escucho todo el relato sin
mencionar nada. Cuando finalice me miro, se acercó y casi susurrándome menciono
la siguiente frase, “el piso 11 no tiene dueño, las ventanas se cierran a las
15pm, hora en que el mayordomo se retira”. Usted Señor está confundido si cree que algo o alguien posa en la venta a la 1am mirando al parque.
Por favor, cuando usted vuelva a encontrarse en esta situación, llámeme. Hasta
entonces, le pido que piense en todo lo que vino registrando desde tenga
recuerdo, porque va a necesitarlo.
Me levante, le di las gracias y
me retiré. Era el momento de decir
basta! Qué importaba lo que sucedía en ese departamento? Por las noches comencé a cerrar la ventana y a mirar la
televisión. Trate de olvidarme. Todo lo
que puede suceder no está ni escrito ni pre destinado; el hecho se está
gestando en el mismo instante en que
respiras.
Así fue creciendo el gusano, se
fue escapando y olvidando. Cierta tarde de regreso a casa pase por el mercado
del parque y me encontré con Ana; ese era el nombre de aquella mujer. Mire para
un costado, pero ella me detuvo con su brazo. Hola, me dijo, no esperaba
encontrarte nuevamente, no me anime a llamarte, pero acá estamos; te invito al
departamento del piso 11 quiero mostrarte algo. Le conteste con todo respeto,
que nunca más insistí en mirar hacia esa ventana, que había olvidado todo lo
que vi y lo que hablamos. Le dije, ya no tengo interés en saber nada, yo
escuche tu advertencia y me abrí del problema, ya que no es de incumbencia. Ella
contesto – Bueno, quizá te parezca
extraño si te dijera que sí es de tu incumbencia, simplemente no era el momento
de dar una explicación, ahora hay alguien que quiere verte, tiene un mensaje y
el tiempo se está agotando.
Entonces, decidí ir hasta el lugar. Fui con miedo, lo sentí y debí
calcular que algo no estaba en el correcto lugar, sin embargo me impulsaba a
seguir sus pasos. Cuando llegamos al departamento, ella saco las llaves de su
cartera y entro. Me sorprendí. Parecía no haber nadie en lugar más que nosotros
dos.
-Por
favor, espéreme aquí junto a la ventana,
la cual abrió.
Me pare junto al vidrio y comencé
a mirar hacia el lugar donde la persona de la figura alargada lo hacía. Luego,
me detuve sobre los objetos que había arriba de una repisa y observe un
binocular. Lo tome, comencé a mirar hacia
todos lados y advertí que desde ese
punto, con ese objeto se podía ver mi hogar
a la perfección. Estuve siendo particularmente espiado sin darme cuenta.
-
Hola, dijo Ana, quiero que vengas conmigo voy a
presentarte una persona.
Entre a una habitación donde
había una mujer sentada en una mecedora, quien me parecía conocida. Me miro
detenidamente y pasaron unos minutos hasta que decidió hablarme.
-
Mi nombre es Sonia, soy una anciana que pronto
no estará más aquí. Estas parado sobre todo lo que tengo materialmente y un poco
más. Las personas que amo partieron y solo me quedo la niña. Durante mucho
tiempo estuve observando al azar gente y nadie se detuvo un instante en
apreciar mi presencia. Pero una noche debajo de las estrellas del parque te vi. Entonces comencé
a seguirte y comprendí que vos, también
a mí. Intentaste acercarte y conocerme. Querías saber si la misteriosa persona de la ventana buscaba algo perdido. La
respuesta es no. Solo espero que llegue
el momento final. Aunque Dios me quiere aquí y nunca supe por qué, hasta ahora. Mi nieta intenta cuidarme, pero ya, soy un estorbo y pronto no voy a poder
salir de esta silla. Entonces, como nadie más se interesó en nosotras se me
ocurrió que usted podría ser la persona indicada para hacer un trato. Le voy a
proponer lo siguiente: Deberá reconocer a Ana como su hija, su madre ya
falleció. Si acepta, todo esto será suyo.
-
No dude en contestarle lo siguiente, Sra qué
sentido tiene este trato, si la niña
pronto cumplirá la mayoría de edad? Para
qué me necesitaría?
-
La anciana me dijo, Usted conocerá la respuesta
luego de mi muerte. Por el momento solo debe aceptar la propuesta o no; tiene 1
semana para pensarlo.
Sería millonario a qué costo?
Donde estaría la trampa? Cualquier demente en mi lugar contestaría al instante
que sí, eso era lo obvio; pero mi historia de vida me enseño que todo tenía un
precio y este era demasiado barato.
Una semana y listo, la respuesta
era no. La niña no era tal, tenía casi 18 años; no necesitaba un padre y ya
había subsistido sin ambos.
El día jueves 3 de octubre a las
20hs sonó el teléfono, era Ana y quería que me reuniera con ella en el
apartamento a las 11am del día siguiente.
Mientras conversaba intente darle la respuesta, pero ella no me dio
opción, simplemente corto.
A la hora estipulada me
encontraba en el lugar, amablemente me senté frente a la señora mayor y le
comunique me decisión con una breve justificación. Agradecí la oferta y me
ofrecí en ser el consejero de la niña a
cambio de un sueldo y punto.
La anciana, me miro intensamente
y sentencio con voz firme. Usted no espero, se anticipó a mi muerte. Mi oferta
le pareció demasiado para algo de tan poco esfuerzo. Le explico Señor, quizá
usted creyó que todo era una casualidad; la ventana, el parque, la hora, Ana,
el mercado. Usted ni siquiera peca de inocencia; y eso que creí que tenía usted
entereza, sensibilidad y coraje, pero quien nada arriesga, nada consigue. Usted
sabrá que nada fue casualidad, esto que le ofrecí le pertenece, quiera usted
aceptarlo o no? Esta anciana que
está hablándole es su madre. Puede
retirarse. Pronto un abogado lo contactará. Por favor, sea respetuoso y cumpla
mis deseos y sobre todo sea discreto, no
divulgue el secreto.
El 17 de diciembre Ana llamo
nuevamente, la anciana había fallecido y un Abogado quería reunirse conmigo en
el edificio. Arregle la cita para las
19hs y me hice presente en lugar. Me
recibió la misma persona que me abrió la puerta del piso 11 el día que conocí a Ana.
Él
me tomo del brazo y me entrego el
testamento y una carta. Luego de unos instantes se despidió.
La carta decía lo siguiente.
Estimado hijo, un día del año 1930 cuando tenía apenas 16
años me fui de mí casa con un joven, luego de un tiempo me dejo, pero ya estaba
embarazada de vos. Cuando naciste tuve que elegir, o vivía para el niño o para mí. Entonces, siendo joven y
egoísta decidí dejarte solo una noche en
el parque. Alguien de gran corazón te acogió como propio y te hizo un hombre. Supuse que te iban a contar algo de esta
historia. Pensé en preguntarte, pero no me anime. Me insumió tiempo ubicarte.
Te habrás dado cuenta que me case con una persona adinerada. Luego enviude. El
destino quiso que no tuviera hijos. Ahora es el momento de hablar de Ana, mi
supuesta nieta. Es una buena mujer que se apiado de mi soledad y me cuido. Vos
tuviste la misma oportunidad que yo de
tener una vida mejor, sin perder nada y sin arriesgar nada; pero dijiste que
no. Yo arriesgue todo. Perdí mi hijo, mi corazón y termine sola, sin nada que
buscar y sin que nadie me busque. Me morí sabiendo algo, que vos sí buscabas a
alguien, pero no sabías a quien, pues de seguro no era tu madre. Eso me dio
felicidad, porque la persona que te abrazo te dio mucho más de lo que yo te
hubiera dado. Amor no tenia, y el dinero no lo necesitaste.
Entonces, ahora que todo es tuyo,
quería contarte cual era la trampa, que si la había y era la siguiente:
Si hubieras aceptado el trato, te
hubieras enterado que Ana era Julia, y que de todo este imperio que te mostré
tener, solo quedan 1.000.000Usd, el resto son deudas que deberás pagar. Al no
aceptar ser el padre de Julia, no aceptaste ser el dueño de una mentira. No te
dejaste llevar por el dinero. Fuiste mucho más noble que yo. Viviste con una mentira piadosa, yo viví con
una tortuosa.
De todas las formas que una
persona elige vivir, está también condenado
a morir. Yo opte por lo fácil y lujurioso, pero morí enferma y sola. No todo es
lineal, tener dinero no es ni bueno ni malo; en cambio, es pecado ser egoísta y
no conformarse con nada sin lastimar a los demás.
Quisiera dejarte otras cosas,
pero desconozco si te apetecen. En el departamento hay fotos, sueños que fueron
y una foto de ambos, la primera y la última que estamos juntos. Solo te pido
perdón, por lo que te hice antes y ahora. Te pido, que te sientes junto a la
ventana del piso 11 y con los binoculares que ya encontraste intentes buscar
las respuestas del destino. Puedo decirte que te amé, cuando comprendí el error.
Pero ahora solo pude reparar una parte y quizá romper otra. No necesitabas
dinero, creo que tampoco necesitabas amor; pero buscabas algo, una respuesta.
No sabias la pregunta, en cambio yo, tenía la respuesta. Ahora ella es parte de
tu vida y la llevaras a la tumba. Te deseo mucha suerte. Mamá.
Así comienza la segunda parte de
la historia, la búsqueda de lo que fue …