Alguna vez fueron a un psicólogo a quien le hablaban, hablaban y este ultimo solo nos decía hola y adiós?.
Muchas veces me pregunte, cuál sería mi imagen al estar frente al profesional descargando a brotes mis emociones?. Comencé a sentir la necesidad de sentarme frente a un espejo y hablarle de mis cosas a él como si fuera otro.
Entonces, apreciaba cada gesto de mi rostro, mi boca, mis labios, mis cejas, mi mirada , mis ojos, mis manos, mi señas, mi cuerpo en todo ese discurso que elaboraba.
Me sorprendió verme tan irritable por una pavada o tan emocionada por un hecho insignificante.
A las semanas colgué un papel en espejo y le puse un nombre. Iba al oráculo.
Una terapia extraña, porque sin palabras de por medio el espejo me trasmitió mas comprensión que una persona mortal.
Me devolvía en vivo y en directo el fenómeno del encuentro. Aprendí a conocerme a través de mis gestos más que de mis palabras; incluso me arrepentí de cierta forma de pensar y cambie la lógica de tal manera que aquello que intentaba decir fuera exactamente igual a lo que trasmitía físicamente.
Un día me senté frente al espejo sin hablar por horas y trate de observarme. Empecé a reflexionar como me veían los demás cuando no interactuaba con ellos, o cual era mi imagen presentada ante un extraño en el colectivo, el subte, al paso.
De todas esas largas sesiones frente a mi espejo, presentí que el psicólogo aprendía mas de mis silencios que de mi verborragia. Me invitaba a relajarme y tener una mirada introspectiva. Desde entonces, busque un psicólogo nuevo con quien interactuar, ya que el espejo era lo suficientemente inteligente para responder mis dudas. Busqué conocer en los silencios a las personas observándolas. Luego avance un poco más y me convertí en un espejo invertido de ellas. Cuando alguien intentaba autocontrolarse yo le devolvía la imagen de la locura. Cuando otro intentaba callar yo le devolvía el grito.
Así me fui percatando que las personas en algo nos parecemos, y es en el desconcierto que nos provocan las actitudes que se manifiestan fuera de lo previsto. La escuela es un estupendo moldeador de compartimientos predeterminados. Todos salimos con más o menos 10 reglas que nos permiten presentarnos, conocernos, relacionarnos y soportarnos. Regla mas, regla menos, todos sabemos lo que es ser educados. El conflicto se genera cuando nosotros no esperamos nada y en cambio decidimos hacer lo que nos place a cualquier costo. Ingresamos al rubro de la locura. En el filo de ese encuentro nos volvemos pequeños, todo es yo y deseo.
Si nos observáramos 10’ por día frente al espejo comprenderíamos lo tremendamente aburridos, rutinarios, inexpresivos, deprimidos, ausentes, alineados que son nuestros instantes. Cuanto tiempo de vida real reprimida!!. Mi espejo me reveló el secreto de mis conflictos. Yo no me soporto 24hs al día haciendo lo que esperan los demás. Ese es mi problema, y la única solución que le encuentro es el suicidio prematuro del deseo.