miércoles, 21 de marzo de 2012

Verdad

Es terrible herir con la verdad, pero que morboso es herir con la mentira. Solo ciertas personas pueden vivir en el mar de sus deseos sin morir, pero eso no significa ser dueño de las profundidades. No se quiere a quien no se entiende, no se quiere a quien no se comprende.  En el paraíso de tu propia persona, esta tu fe, tu Dios y tu condena. Vos sos el único dueño de tu cielo y de tu infierno.  Sos dios y  diablo. Pureza y pecado.

lunes, 12 de marzo de 2012

El minuto del adios



Cuenta en uno, dos, tres el reloj que esta recostado. Son las horas que se alejan en las sombras, siempre en círculos y hacia delante. Es el mismo hilo de luz que alcanza las paredes y amanece detrás del muro. No encuentro el brillo del tiempo, ni las agujas que marcan el paso. Estoy mirando hacia afuera y veo que tus lágrimas regresan con el viento. Escucho que ríen en el frío, alguien canta y esa niña que me busca me encuentra tarde, en el final del juego. En el verde de tu cielo, en el azul de tu aroma, en el espacio de tu tiempo en mi memoria. No están los grises no están las sombras. Hay perfume amarillo mezclado de rosas. Me envuelve la indiferencia del día y la blanca tristeza de la sensación. No vuelves del encierro y no levantas tu voz. No escucho el calor del entierro, de la lluvia que impregna tus manos desaparecidas. Rodeado de la tierra y de las flores que sentiste crecer; estas en la eternidad. No puedo acercarme, me duele, no tengo coraje ni perdón. Ese lugar es tuyo y de mi madre, de los dos. No puedo acercarme, siento que no respiro. Debo decir adiós.

lunes, 5 de marzo de 2012

El sabor de las lagrimas

Un silencio quedo grabado en una hoja de papel. Intente leer el mensaje pero solo pude acariciar el comienzo de la frase. Podía sentir la desesperación, pero no podía deletrearla. No me alcanzo el corazón para poder entenderlo. No pude repetir lo que estaba entre los márgenes. Tome la hoja la acerque a mi pecho, cerré los ojos y rece. Tuve entonces un sueño. Las olas se desprendían del mar y llegaban hasta el encierro. Sollozaban contra las rocas el verde del musgo y los caracoles la arena. Me suicidaba contra el abismo de las piedras y el papel mágico cantaba las estrofas de un naufragio. No me alcanzo el miedo ni el espanto para frenar el impulso. Caí fuerte en el remolino y amanecí sobre mi cama con olor a mar y con espuma en los ojos. Era invierno. No supe por qué estaba empapada de sal en mi cama.
No recuerdo que cantaban los marineros. Me levante a mirar la hora y el reloj no estaba completo. Faltaban los números pasadas las 3 am. En el piso encontré una hoja de papel y una frase que no decía nada, pero me hablaba. Sentí la inocencia del final. Solo una letra mas le faltaba al abecedario del destino. Una frase que complete el sentido del amor, del goce, del perdón. Una mano a quien entregarle el secreto. Un vientre para comenzar de nuevo. Esa letra termina en la carne y se funde en el comienzo. La vida nace en lo entrañable y desaparece cuando ya nadie llora tu perfume seco. Se desliga de lo eventual y se aferra a lo que perece. Todo desaparece un día y el recuerdo ocupa el todo. La frase quizá nunca se complete, porque nada es finito.

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