La
única voz lejana que ella escuchaba era su eco, conversaba con los cuadros, entonaba
canciones melódicas en verano, cuando llovia bailaba al ritmo oscilante de los
árboles, sentia que sus crujientes ramas la abrazaban y acariciaban. Nadie habitaba
ese mundo. Solo se encontraba con otras personas mientras soñaba;
por eso adoraba la inmensa noche, insinuando el sentido de lo incierto, el miedo
a lo desconocido. El único testigo de su vida fue su propia conciencia, aunque
no estaba segura de que podria salvarla, temia haber enloquecido.
Su alma tan triste no sabría que pronto
cumpliría su destino, tampoco podría
distinguir si su imaginación estaría creando una escena perfecta, para concluir
su historia.
Fue así como una noche una persona
golpeo despacio, luego mas fuerte la delicada puerta de su corazón. La ansiedad
por encontrarla fue tan grande que no midió el impulso.
El adivino recorrió largos caminos de
altas montañas de nieve y de sol, aguas dulces y saldas, desiertos mágicos,
selvas vírgenes.
Al escuchar los golpes la mujer se
incorporo despacio, triste de ser despertada
sintió en su interior que la muerte era
su invitada. Rápidamente se
vistió de púrpura brillante y aguardo el feliz encuentro recostada en su lecho.
El hombre ansioso decidido abrió la puerta e ingreso
cauteloso al hogar, por un momento pensó que todo era una trampa, que su bella
amada podría ser un fantasma. En la oscuridad cuando sus ásperas manos
tanteaban los objetos, dudo que ese
fuera el momento del encuentro, luego llego a una habitación que olía a
jazmines.
Mientras ella escuchaba los pasos sintió pánico, no quería partir, amaba la soledad, se había
acostumbrado a lo simple. Un instante después sintió el calor de alguien que se
acercaba, buscando algo que no podía encontrar. Cuando él consiguió
alcanzarla, ella instintivamente se
defendió, hundió con toda su pasión el cuchillo en el pecho del hombre, quien con más fuerza
respondió el agravio.
Amanecía, la luz mostró la escena de la
pesadilla, ambos se miraron, eran ellos los únicos sobrevivientes que debían
encontrarse al final del juego. Ellos podían haber escrito otra historia, pero
la esperanza peso menos que el temor. Se observaron sonriéndose, él le dijo a ella, en su idioma con voz
gruesa y alegre, gracias por esperarme, me siento feliz de compartir mi ultimo
momento contigo; ella no comprendió la
frase, pero si los gestos, le respondió
en voz aguda y seca, mi vida fue estar dormida, hoy que logre despertar
acompañada estoy vacía, siento que estoy partiendo, no quería despedirme
ahora, si podía haber vivido con vos, en
la soledad de mis sueños.