Si buscas la libertad, no desees algo de
lo que no podrás liberarte. Los esclavos que más sufren son aquellos que no encuentran
la forma de librarse de sus pesadillas”.
Sofía este cuento se llama “La
magia del Labrador” Cuál es tu deseo?
En una era brillante y de conquistas, existió un hombre
que tuvo el poder de crear su destino y el de otros, pero no pudo ser feliz ya
que no encontró la manera de inventarse a sí mismo. No pudo encontrar el color
de la libertad, de la compañía ni del amor. No supo ser valiente, ni temerario.
Su codicia lo condeno a ser el único creador del pasado y del futuro, pero él
no lo soporto, no pudo escribir un plan para su propia existencia.
En los tiempos de esa era, vivió
un mago que finalizaba su función de magia diciendo que el cielo guardaba un
cofre repleto de miradas perdidas. Contaba que durante su viaje por los colores
de la luz blanca encontró un mar de pequeños granitos de sal. Con su vara los fue
abriendo y dentro de cada uno encontró un color. Fue recorriendo los distintos
lugares donde ellos se escondían de los
extraños y al visitarlos los invitaba a liberarse de su alma.
Pero en su búsqueda sucedió algo
que no estaba planificado y fue al llegar al color rojo. Le pregunto si su
llama ardía en los ojos de los tristes.
-No comprendo la pregunta. – Contesto
el color rojo. – El mago, dijo con voz certera: No importa si comprendes,
quiero sentir tu intensidad; déjame mirarte de cerca, tan próximos como para
fusionarnos. Entonces el color rojo le entrego un lápiz de regalo con su
esencia y le dijo: Si algún día sientes frío, o crees que el cielo cae, o sentís
que te apagas, con este lápiz podrás dibujar todo lo necesario para sobrevivir.
El mago lo guardo y continuó su camino, separando los granitos de sal que
iba encontrando, mientras iba escarbando debajo del suelo árido. Así en un
soplo de ira, el color verde lo llamo despacito.
-Mago tengo algo para vos que te
va a gustar, con mi alma vas poder pintar los árboles, las hojas de las flores
más bellas, podrás hacer trigo para comer y dibujar campos, te regalo un pequeño crayón de mi ser. No quiero que me
digas lo que hacen debajo conmigo, solo descubre todo lo que se ve y lo que
flota en tu imaginación.
El mago siguió el camino y ya siendo de noche tropezó con el azul.
Este color inunda todo el planeta, es el cielo y el mar, pero a diferencia de
los otros dos, es efímero, es casi imposible tomarlo con las manos y retenerlo.
Se preguntó si iba a poder llevarse un pequeño trozo de este color. Con mucha
calma lo saludo y le dijo si podía entregarle una pequeña llama de su corazón.
El azul no mostro simpatía, ni interés. Contesto simplemente que no. Por qué debía darle algo de su ser a un desconocido?
Alguien que había descubierto el lugar
donde la luz comprime todos los colores.
El mago, no esperaba una respuesta
así, entonces se quedó pensando que
podría llegar a cambiar de opinión al color Azul. Se recostó sobre un montón de
granitos de sal y se durmió.
Soñó que iba en un barco
invisible y que nadie, ni el viento, ni las gaviotas, ni las olas ni los marineros
lo descubrían. Él era todo y nadie en un inmenso espacio, donde libre, la
lluvia no lo mojaba, el sol no lo quemaba y su corazón latía para recordare que
él vivía, a pesar que nadie prescindía de él, ni él de nadie. Navegaba día y
noche, tomando el oro de los poetas, el zafiro de los piratas, las doncellas de
los marineros, y así pasaba el tiempo como un Dios. Hasta que invisible para
todos descubrió que no lo era para él. Fue cuando paso cerca de un ojo de un
gran pez donde se vio viejo y sellado de arrugas, sintió que pronto moriría y
que nunca en todo ese viaje había llegado a ninguna costa, no había tierra,
playas ni montañas. Un lugar donde solo él y su inmensa agonía podían conversar
sin ser escuchados. Comenzó a llorar y a suplicar que alguien le diera la
oportunidad de escucharlo cantar, pues su voz era muy bonita. El mago se
desesperó y entre tantas lágrimas sintió
el rostro manchado, el cuerpo áspero y mucha sed. Los granitos de sal se habían
diluido como lluvia de penurias. Entonces a su lado estaba el Azul, conteniendo
los bordes del pequeño hoyo de agua desconcertante que se había formado. No
existía en ese lugar, nada que no sea sólido, pues no llueve y nadie llora. El
mago, había hecho magia con sus ojos. El rojo se acercó junto con el verde y
dijo, comprendo lo que me decías porque te vimos sufrir, pues ahora tenemos un
ramito para regalarte además de nuestro incoloro ser.
El azul, comprendió lo terrible
de ser único, disperso y libre de formas, nada querido ni extrañado, pero
imprescindible para existir. Entonces le dijeron al mago, te regalamos un cofre
con la mezcla de todos nuestros pesares. Veras cuando lo abras que no estás
solo. El hombre cree en lo primero que ve y siente. Nosotros pensábamos que
éramos distintos, pero no es así, no podemos reír ni llorar, pero tampoco
sabemos la razón de nuestra existencia. Ahora entendemos que tu mundo no existe
sin nosotros y que además, cada profundidad en la que tu existencia cobra vida,
existe uno de nosotros donde se reproduce.
El mago recogió los colores que
había guardado en su capa y los agrupó en un lugar, en otro tomo los granitos
de sal y luego les pidió un último deseo.
Quiero llevarme, además de lo que ya me han regalado, un recuerdo de
todos nosotros juntos, quiero tomarles una foto y pedirles que me enseñen que
hay detrás de las colinas. Ellos no se negaron a nada, pero le advirtieron, que
lo que hay detrás de ellas no es posible contarlo ya que es de cierta forma
sagrado. El mago accedió a guardar el secreto y fueron hasta el lugar. Lo que
vio fue un sin número de mariposas de los colores más extraños que, junto con
los lápices armaban cuadros o bosquejos
de lugares parecidos a los que tenemos en nuestro planeta tierra.
El color Verde dijo, son obras de
arte que si nos gustan las hacemos reales. Tu mundo es nuestro propósito, nuestra misma
existencia. Pues nosotros hacemos que
sus lugares se vean lluviosos, áridos,
impenetrables, llenos de luz. Nuestra conciencia y nuestra alma crea como un
poeta las esencias de tu mundo y vos mago,
apenas sos una expresión de
nuestras pasiones. Miles de almas se encienden y nos dan vida a través de sus
ojos, de sus manos y de sus mentes. Son réplicas de nuestra diversidad.
El mago no pregunto dónde quedaba
ese lugar, ni como llego a él, solo les pidió que lo regresen a su mundo. Cuando
me pregunten donde estaba, qué voy a contestar?
El color rojo dijo, debes responder
que existe un lugar donde están todas las miradas concentradas sobre el
mismo fuego, el resto lo debes callar. Luego de esto le pidió que cerrara los
ojos y contara hasta cien.
Cuando el Mago nuevamente abrió los
ojos se encontró frente a un espejo con su capa, su varita y un pequeño cofre.
Después de unos minutos lo abrió, pero no había nada adentro, no encontró
ninguna muestra de lo que había recogido en el viaje por el cielo de sal.
No quiero llorar, dijo el Mago.
Quizá la maldad no tenga destinatarios,
tampoco la felicidad. Y si el cofre somos nosotros, repletos de los posibles colores y granitos de sol y sal
que se puedan tomar y combinar? Un cofre
de magia repleto de mariposas que dibujan y pintan sobre mi cuerpo. Voy a
quitarme la ropa y dejare que en la noche la luna me abrace en la soledad del
bosque.
A plena luz del día un leñador
encontró al hombre recostado sobre un
mojón de ramas secas. El hombre estaba desnudo, lo volteó para verle la cara y
descubrió que no tenía ojos, boca ni nariz. Abrieron sus manos y encontraron un
lápiz de color rojo, otro verde y otro azul. También, esparcido sobre su cuerpo
granitos de sal y mariposas secas en sus pies.
El leñador no podía saber de
quien se trataba, pues no había nada para identificarlo. Busco en los
alrededores si había alguna señal, alguna prenda personal, camino hasta llegar
hasta una cabaña. En la puerta de la misma había una nota que decía, bienvenido
al lugar donde el sol no brilla y las llamas lloran. El leñador golpeo la puerta, y al final
decidió ingresar. Al entrar a la cabaña,
se encontró con un árbol repleto de mariposas, una capa sobre la mesa y una varita
al costado de un espejo. Tomo las cosas, las reviso y cuando estaba por abrir
el cofre una voz le dijo, Leñador sigue tu camino, pues el mago no sabía cómo
llego hasta aquí. Tu bondad por el
hombre que encontraste no debe ser superada por tu curiosidad. No debes
arriesgarte a más, este lugar es desconocido para el resto de las personas, aún
aquellas que siguieron el mismo sendero.
Por un misterio del tiempo y el espacio, tu mundo choco contra este y si te
arrepientes a tiempo, a las 12 de la noche, bajo la luz de la luna podrás regresar.
Si optas por quedarte y averiguar qué es este sitio, solo regresaras mil veces
de mil maneras distintas pero nunca serás quien ingreso por esa puerta, pues
tus miles de partículas se desintegraron y en un arco de luz formaron materia
en otro ser que tu no conoces y nunca lo harás.
El leñador espero a la media
noche para emprender el regreso, cuando estaba por salir de la cabaña encontró
una foto en el piso, al darla vuelta vio el espanto en sus ojos y el miedo lo
paralizo por unos instantes, hasta que salió corriendo por el sendero de la
luna. Corrió toda la noche hasta llegar a la orilla del rio. En ese momento ya
era de día, cuando metió la mano en su chaqueta encontró nuevamente la foto y
sintió el espanto en sus venas. Se quitó
el saco, y sintió ardor por todo el cuerpo, así hasta quedar desnudo. Luego
decidió bañarse en el rio. Mientras se iba adentrando en las aguas tranquilas,
sentía que el ardor se calmaba. Agacho la cabeza y miro su rostro, no tenía
ojos, boca ni nariz. Era un don nadie, un ser que pronto desaparecería en el
bosque hasta que, otro campesino lo recogiera; pero él no quería morir, pues
había hecho lo que le sugirieron, lo único diferente había sido la foto que
tomo del piso, pero sobre la cual no había sido advertido. Debía entonces
existir un posible final donde él volviera al árbol donde encontró al hombre.
Pero, cómo haría para regresar si, desconocía el camino, además no tenía ojos para ver, boca para
hablar y comer, pues no era nadie. Su
cara solo era un molde.
Decidió volver a la orilla, tomar
la ropa y tantear si la foto estaba en su poder en alguna prenda.
Pensó que todo debía ser un
espejismos, pues si no tenía ojos, como se había visto en el rio y como había
seguido el sendero en la noche. Supuso que era mejor continuar de noche a la luz
de la luna. Se secó al sol, se colocó la ropa, prendió fuego junto a un árbol y
espero a que oscureciera. En el transcurso del día escucho cantar bonito a un
hombre, vio unas colinas que se agrandaban y achicaban, cambiaban de forma,
color y tamaño. También, vio el cielo teñirse de rojo, azul y verde y mientras
todo eso sucedía él creía que estaba en el lugar correcto, pues nada de eso tenía
sentido si él no era humano. Fue pasando el día y cuando se hizo de noche, él ya
se había dormido. Cuando oscurecía él no
podía regresar, pues se dormía.
La foto no estaba con él,
seguramente la había dejado en el lugar. Sintió desesperanza, pues podía
sobrevivir en ese sitio, pero su familia no sabría nada de él, y sus hijos lo
darían por muerto.
Qué más podía hacer que esperar
algo diferente, cautivo sin rejas, ni esposas, cautivo en un bosque. Entonces
pensó en cruzar del otro lado del rio, quizá de la orilla contraria las cosas
sucedan de distinto modo. Armo una valsa y se adentró por la mañana en el
pequeño rio. Comenzó a impulsarse hacia la orilla contraria pero parecía que
nunca llegaba y lo peor sería, que nunca había pasado la noche en el rio. Así,
en el desierto de agua, comenzó a teñirse el cielo de grises oscuros y en el
medio del silencio el hombre se desvaneció. Pero, sucedió algo distinto,
comenzó a soplar el viento y a llover,
entonces el hombre despertó y se dio cuenta que no había luna, ni senderos.
Comenzó a cantar pues, estaba despierto, y el viento se hizo más fuerte y en
una bocanada llego a la costa contraria. Cuando piso tierra amarro la valsa y
se refugió debajo de un árbol. Así, espero al día, al sol que nunca brillo. De
ese lado de la costa no había luna ni estrellas. Entonces se dijo, si aquí siempre
es de noche voy a poder caminar. Voy a guardar el bote y me voy a ir a caminar.
Cansando de no encontrar
respuestas, sino de llenarse de más dudas, el labrador comenzó enloquecer.
Camino, corrió, descanso pero cuanto más andaba más oscuro era el lugar, sentía
miedo porque además había perdido sentido de los días, de las estaciones.
Vencido se maldijo a él, y al hombre que ese día se interpuso en su camino. Y mientras gritaba
el viento llevaba sus coplas a quien sabe qué lugar. Entonces lo sorprendió una
voz que le contestaba, vuelve soy el mago que encontraste en el camino, estaba
vivo esperando alguien que me encuentre. Mientras tú dormías de noche yo lo
hago de día. Sigue mi voz, y llega a mí. Cantaré mientras este despierto, en algún momento vamos a estar juntos. El
labrador le pregunto al señor quien era, y este le contesto soy el mago. Bueno
mago, dime si lo que encontré en la cabaña es tuyo. Encontré una foto que me
espanto, pues en ella había reflejado el fuego de la maldad como si alguien
rompiera todas las venas de su cuerpo contra un vidrio y riera al hacerlo.
No temas contesto el mago,
estamos atrapados en un laberinto, no tengo la llave que nos libere de la
pesadilla, pero quizá entre los dos podamos pasar los días más aliviados.
El mago cantaba y el labrador
seguía la voz. No sabía pues el tiempo que llevaba haciendo eso, hasta que
pensó que esa voz vendría del otro lado del rio, pues ahí era de día. Así,
llego hasta la orilla del rio que debió cruzar en algún momento que ya no
recordaba. Consiguió hacer otro bote y le dijo al mago que lo espere cerca del
rio pues él estaría cruzando en la noche. Se sentó en la valsa a esperar el
viento y la lluvia, pero esta vez no sucedió. Dejo de escuchar al mago y dejo
de preguntarse si existía algo que pudiera sacarlo de ese lugar. Se dejó
vencer, y mientras pasaba el tiempo en la oscuridad, pues no había luz en
ninguna orilla se sintiendo débil, sus manos recorrían un cuerpo flácido; los
ojos si estaban, ya no distinguían las sombras; el cabello era gris y su memoria
no recordaba ni los nombres ni los rostros de sus seres queridos.
Ya es hora de decir adiós, no
volveré a despertarme sobre la valsa, si es que estoy vivo moriré.
El hombre se tiró al rio y a
pesar de saber nadar se dejó hundir, pero el rio apenas tenía 1m de profundidad
en la mitad del surco. Bueno estoy destinado a la nada. Soy la nada en carne y
alma. Soy el mago, el labrador, el hombre que no posee rostros; soy un
destello, la conciencia de un loco, el sueño de un ermitaño. Soy el poeta que
no escribió las mejores prosas. El amante infiel, el sol pálido, la lluvia
acida. Entonces comprendió, que al principio de los tiempos, no existía el
mundo como lo conocemos, él estaba cerca del camino, en la puerta del infierno
y pronto lo vendrían a buscar y así se durmió.
Era la navidad de 1969, el hombre
llego a luna, una voz grito de alegría y entonces el hombre despertó. Pronto,
le dijeron ya es la hora de la nueva función. Ponte tu capa y toma tu vara, deja la ropa mojada del labrador sobre una
silla. Esta es otra función no te quedes dormido. El hombre se sentó en el
escenario completamente desconocido y espero a que el telón se abriera, pasada
la media noche el reloj dio una campanada y se escuchó la voz
tenue de un Señor que presentaba la obra. El majestuoso teatro para solos,
tiene el agrado de presentar una nueva función en navidad; al que descubra los
trucos se le entregara un premio, ni más ni menos que su propia libertad.
Entonces se abrió el telón y delante de
sí había sombras y se escuchaban voces. El mago pregunto: qué debo
hacer, pues no conozco el lugar, a ustedes, y desconozco mi obra.
Alguien del fondo contesto, pues
si quieres ver, utiliza los lápices de colores y busca entre tu ropa si
escondiste algo que no te pertenece. El hombre tomo los lápices, y comenzó dibujar
un cielo azul, un sol brillante, árboles y flores. Cuando termino, al costado
encontró una cámara de fotos, la tomo en sus manos y saco una, en ese mismo
instante el lugar se ilumino, y entonces las sombras se hicieron rostros y los
rostros eran moldes. Un hombrecito le dijo desde un asiento, te pedimos que no contaras
lo que viste en las colinas de sal. No cumpliste la promesa, vanidoso; al
llegar repartiste granitos de sal por doquier. Este mundo no es salado, era
dulce hasta que vos no comprendiste el mensaje. Nosotros somos el cofre de
todas las miradas que buscan amor, comprensión, alegría, somos los que no
tenemos un lugar donde quedarnos felices. La diferencia entre vos y nosotros es
que, tu pesadilla es real, la nuestra fue de un espacio anterior, nos fuimos y nadie
nos lloró. Hombrecito, deja que el labrador tan bueno que intento ayudarte
regrese con su familia, pues nunca se encontraran en la orilla, la misma no
existe, son la expresión ambigua de la soledad de los lápices.
En este mundo no habitan las
expresiones certeras, los deseos no se materializan y las circunstancias se convierten en
destino. Déjalo ir, deja que se
encuentre camino a su casa lejos de ti. Tu mundo ya no existe entre los colores
y las expresiones humanas. Ahora perteneces a la caja de los moldes. Duerme
mago sobre tu egoísmo. No todos comprenden que las cosas que ven y las que
sienten son demasiado frágiles para traicionarlas.
Un viento fuerte arraso con las
nubes y el cielo se puso colorado furioso. Se olía la comida y se sentía el
humo de la chimenea. Todo era casi igual a cuando había partido hacia al pueblo
por el bosque, pero algo no funcionaba. Cuando me acerque a la entrada e
ingrese a la casa, mi mujer era aún joven y bella. Me miro de manera extraña,
medio asustada y me dijo, Señor pase le daremos comida, refresco y un baño.
Entonces me di cuenta que no me reconocieron. Pregunte por los hijos y luego de manera suave
por su marido. Ella me contesto, él salió en la mañana a buscar provisiones,
regresara para la cena.
No hice nada, comí, me bañe y me
recosté. Cuando el sol bajo y el frio se hizo más potente, se escuchó la voz de un hombre que llamaba a mi mujer.
Esa era mi voz. Me acerque para mirar
cómo era aquel hombre a quien ella abrazo. Y me sorprendí al ver que no era yo.
Algo había cambiado. En otro mundo, casi en un paisaje igual, existía una
familia como la mía, donde solo un integrante era distinto, ese era mi otro yo.
Cómo iba a explicarles lo que sucedió?
El señor como se llama? Me llamo
Juan, pero me dicen Labrador; fui hasta la casa del mago, de regreso sucedió
algo extraño en el bosque. Escuche que me llamaban y me suplicaban que fuera a
la orilla del rio. El mago me conto que vio un anciano correr hacia al bosque
gritando y maldiciendo, no será usted?
No señor, yo no busco a nadie,
solo me gustaría ir a lo del mago quizá él pueda con su destreza ayudarme con
mi problema. Pregunto, por curiosidad si de camino al pueblo donde él vive
existe una colina árida donde crece un árbol de frutos rojos. El labrador me
contesto que sí, ese es el árbol de los deseos. Las personas van de noche y
piden cosas, para que se cumpla deben dejar regalos, ofrendas. Muchos dejan
anillos, oro, otros dejan la vida.
-La vida, pregunte?- Sí, hay una
leyenda que cuenta de un hombre que no encuentra nunca su destino. Una noche de
luna llena llego al árbol y pidió convertirse en Rey de estas tierras, a cambio
le ofrecía al árbol su alma y la de toda su familia. El hombre se quedó dormido y nunca más despertó.
Muchas personas dicen escuchar
que llora, que grita, a veces canta; algunos hasta creen verlo sin rostro y
desnudo. Nosotros creemos que vive en el árbol y que si uno come de su fruto,
se vuelve avaro y codicioso. También pierde la noción del tiempo y del espacio.
Se vuelve eterno y errante.
-Usted sabe si se convirtió en
Rey?- Dicen que sí, pero no de estas tierras. Fue desterrado a un desierto de
sal con tres lápices de colores para que dibujara todo lo que él quería que
existiera en su reino. Así fue que tuvo casi todo, pero nada de verdad. Dice
que él crea imágenes que nosotros luego vemos.
-El mago sabe algo de todo esto?
-
El mago sabe mucho, dice que viajo por esas
tierras porque comió de su fruto y su deseo fue llegar a él.
-
Y luego qué sucedió?
-
El mago conto todo lo que vio y enloqueció. Dice
que tiene más de 100 años y que ya no le queda nada que pueda sentir por él. El
Mago dice tener fotos y piedras de sal de ese mundo. También dice que su rostro
no es un dibujo, pues a cambio de liberar al hombre que injustamente peno por
él, su rostro se convirtió en un molde
con ciertos retoques que lo hacen verse humano. El espera a un amigo, quizá
usted sea esa persona.
-
Bueno, entonces voy a ir a visitarlo.
Seguí el camino indicado, pase junto al árbol de los
deseos y no me detuve, camine por horas hasta llegar a la casa del mago. Era la
misma que había encontrado en el bosque el día que encontré al hombre junto al
árbol. Esta vez no ingrese a la cabaña. Continué el camino por el sendero hasta que me detuve. Al mirar hacia atrás vi
todo desdibujado. No alcanzaba a ver la cabaña, ni el bosque. Por delante me
esperaban espacios verdes, colinas y quien sabe qué cosas extrañas encontraría.
Ya estaba viejo y me costaba caminar, por eso decidí que lo mejor, sería
construir una cabaña donde quedarme el resto de mi vida, ya que mucha vida por
delante no tenía, aunque ya desconocía mi edad.
Pasaron inviernos, primaveras, veranos, otoños. Nadie
se cruzó en mi camino y nunca regrese al pasado. Una noche golpearon a mi puerta,
era un joven igual al que años atrás me indico el camino hacia la casa del
mago. Él no me reconoció. Yo lo deje entrar y le pregunte por su esposa, si aún
vivía,+; por sus hijos, por el árbol y el mago. El Señor me miro y me contesto
que, en un sueño un anciano le dijo que por estos lados, él encontraría lo que
más amaba, la familia que había perdido cuando era chico, pues su cabaña que
quedaba por estos lugares se había incendiado luego que el anciano abandono el lugar.
Sus padres lo habían dejado junto al árbol del deseo y
no regresaron por él. Creció solo, yendo de un lado al otro del rio en su
pequeña valsa, donde pescaba. Una noche de Luna muy grande soñó con el anciano,
quien le indico que debía ir hacia el bosque en esa dirección.
Bueno, pequeño tu no deberías ir más lejos de aquí. Yo
estuve atrapado por años en un círculo sin fin hasta que encontré mi lugar,
este donde estas ahora. Quédate conmigo
y olvida tus sueños. Tus padres quizá
ya no vivan y de tu casa solo quede madera podrida. Yo te daré mi lugar con la
promesa de que nunca irás más allá de las colinas. El hombrecito entró comió y
se recostó. A la mañana siguiente cuando fui a buscarlo, él estaba recostado
hacia un lado de la cama, cuando lo di vuelta me di cuenta que no respiraba,
había muerto.
En ese momento sentí pena, hice lo que todo ser humano
debe hacer, buscarle un lugar para su descanso eterno. Luego me senté a revisar
su mochila, dentro de la misma encontré, lápices de tres colores, piedras de
sal, una vara y una capa. En un bolsillo de la chaqueta había un papel, lo
saque y en ese instante pude ver la foto del espanto, estaba yo multiplicado
cien veces, en el rio, en las colinas de sal, en la cabaña, bajo el árbol, en
algunas tenía mi cara real en distintas edades, en otras un molde. Las figuras parecían
tener una secuencia, y al adivinarla falta una parte, la última para completar
la serie. Comprendí que había enterrado la última versión de mi yo real. Ahora debía
limitarme a vivir como un molde, a no sentir y a no creer.
Se hizo de noche y el anciano cerró las puertas y las
ventanas, se sentó junto a la chimenea tomo una botella de alcohol y la lanzo
al fuego. Todo comenzó a arder y mientras los colores se mezclaban y formaban
un arco iris, apareció el verde, el azul y fuerte el rojo. Los tres lo
saludaron y lloraron junto a él. Tu eres nuestro padre, ahora, ya no hay manos
que nos acaricie y no existirán nuevas flores y paisajes. Tu mundo destruyo el fruto de la esperanza, del deseo, nos
dejaste con los ojos pero sin matices para acariciar. Somos los colores
primarios ¡ Los dueños de la luz y de la oscuridad.
Todo se destruyó. En el lugar donde habitaban los sueños repetitivos
quedo una nota tallada en un árbol de frutos rojos que decía lo siguiente: “Si buscas la libertad no desees algo de
lo que no podrás liberarte. Los esclavos que más sufren son aquellos que no encuentran
la forma de librarse de sus pesadillas”.
Sofía, cuál es tu final feliz?