viernes, 21 de diciembre de 2012

Sollozo de arena



En esa casa no había paredes solo puertas y ventanas pintadas como cuadros.

Las mañanas eran cortinas de fuego abiertas al pasado.

En las tardes el mendigo aguardaba la sombra del tiempo.

Y en sus manos se derretía el sol.
 

Cantaba el paraíso en el nido del sorzal.

La lluvia repartía las gotas sobre un puñado verde de cielo.

Calma,  el viento sobre el muelle junta las olas, yo no estoy en la orilla sola en el despertar.

En tu blanca estrella se fuga el mañana, un reflejo llega hoy al cuarto de huéspedes.

La tasa en el piso reposa el silencio de las fuentes secas, murmullo de coborades.

 
No tengo la llave para abrirte el alma, tengo el candado atorado en mi corazón.

El perdón llego en un barco de papel y se deshizo de tu perfume de brújula.

Camino a tu encuentro en pequeños pasos de  arena y madera deshecha.

Esa tierra no tuvo deseos del suelo; el fruto del paisaje fue el soñador que no tienen donde reposar.

 

viernes, 14 de diciembre de 2012

Fiestas de Hadas Perdidas (Marta, María y Mamá)

Mi mamá tenía dos hermanas: Marta era la más chica, Maria era la hermana del medio y mi mamá, Nelly, la mayor. Marta mi madrina, se parecía mucho a mi mamá en el aspecto físico, pero era 13 años menor. Tenía un carácter más dócil y más tierno. María en cambio era seca.

 
Marta me cuidaba como a una hija, y yo la quería como a mi mamá. Su departamento estaba en capital cerca de la estación Chacarita.  Vivía en un segundo piso con Miguel, mi padrino. A la mañana  me despertaba siempre con un rico desayuno. Después me levantaba, me bañaba y salía a hacerle las compras. Alrededor del mediodía comíamos y luego jugábamos o nos íbamos a pasear. Imagino que era una gran compañía porque ella no tenía hijos.  A sus  26 años lo único que deseaba era un niño a quién amar. Mis vacaciones eran su deseo cumplido, así lo sentía.

El resto del año iba a  visitarla con mi Abuela. Un viaje largo desde la Lanús. Siempre tomábamos el  colectivo 42 desde Pompeya  y nos bajábamos en la plaza de Dorrego y Corrientes. Luego caminábamos 3 cuadras hasta el departamento. Esto fue durante casi 15 años de mi vida.

María vivía en Flores en una gran casa con perfume a magnolias. Tenía lugar para jugar, una pileta para el verano y de amigo un perro llamado Ted. La alegría de lo cotidiano no se festeja. Es un hecho consumado. Es la esperanza que no desespera por encontrar lo correcto en el mismo lugar. Aprendimos como se disponen las piezas del ajederéz. También a dominar  la estrategia mínima de sus movimientos. Apenas unas reglas para avanzar y retroceder sin ganar ni perder. Pero, qué hacer cuándo esas reglas cambian y no las entendemos. La vida es un juego que no podemos abandonar. Perder o ganar es un punto relativo, que equidista del centro de las miradas de todas las personas que se atreven a juzgarnos. Cuál es la recompensa?.   Cuál es el desafío?.  Algo debió ser y se quebró.

Marta fue la pesadilla de muchas noches indeseadas. Fue el deseo de volver a despertar con sus desayunos. Tenía 17 años la última vez que la visité. Ella estaba recostada. Era invierno y estaba muy fría y pálida. Yo estaba por viajar a Bariloche y ella por irse a un lugar del que todavía no he recibido postal. Sus ojos azules me miraban como queriendo atraparme en una foto del alma. Su rostro suave se desvanecía todas las tardes. Todos sabíamos que faltaba poco. Lenta fue su despedida. Sin lágrimas y sin risas.

Mucho tiempo después conocí en la facultad a  Margarita. Nos llevábamos muy bien. Estudiamos juntas muchos años y muchas materias. Finales, parciales y trabajos prácticos. Algunas veces ella venía a mi casa, le gustaba el olor a pasto mojado luego de llover. Otras, yo iba hasta su casa en la capital, todo el recorrido y los lugares me parecían nuevos.

Al término de la carrera cuando ya se habían terminado los exámenes finales, tuvimos tiempo de juntarnos por distracción. Una tarde en el verano nos reunimos en su casa a tomar mate con otros compañeros de la facultad. Luego cuando se hizo mas de noche nos cambiamos y  fuimos a comprar un helado. No recuerdo por qué, siempre caminaba hasta la puerta de su casa, por la mitad de la cuadra, sin llegar hasta la siguiente esquina. Esa tarde debió ser la primera vez en años que fui  hasta el final de la calle. Doble a la derecha, hacia la heladería, observando las casas hasta que en un momento fijé la vista en una de dos pisos. Advertí aquella ventana por donde entraba el sol y el pequeño cristal de cielo en el  mundo de Marta. Había olvidado todo. Cerré un capítulo y destruí sus hojas. A la vuelta de mi infancia, en la esquina de su corazón apagado. Llegaba con el mismo colectivo y me bajaba en la misma parada del Parque.

De repente comprendí que su ausencia fue más profunda que el recuerdo de mis felices vacaciones de verano y de invierno. Un paréntesis abierto a la espera del recuentro.

Ahora están otra vez juntas y creo que esta vez sí es para siempre.

Desde mi pequeño lugar en este mundo con algunos sentidos quebrados las abrazo, con mi corazón.
Brindo por ustedes como cuando estábamos todos sentados en la mesa y yo robaba de cada copa los restos de alcohol en un acto de picardía e inocencia. Tengo la alegría de esas fiestas sellada en mis ojos, y un hadita pequeña que me despierta todas la mañanas y por quien hoy sigo el camino que ustedes dejaron atras.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Consejo de piedra


Si tropiezas con una piedra inevitablemente es un mal paso, pero si la recoges y la apartas del camino lograras que el próximo no se lastime,  y sobre todo,  la piedra dejará de ser un obstaculo.

viernes, 16 de noviembre de 2012

15del11


Se desprende el canto del pájaro y la mañana de  la luna.
Tu voz tan fuerte, tan segura;  tu silencio rebota el estorbo de la ausencia.

En tu larga noche no hay soles, ni brillos, ni amargos brotes de rebeldía.

No tengo  ningún plan, solo el cabello sobre mis hombros.

Tu cansancio llego a mis huesos y tu siesta al despertar.

No llego, no voy, tengo el puño doblado en el bolsillo.
Continua la fuga de la tristeza arrastrando tu agonía.


Tu ramo descansa sobre mi frente en los latidos que desvanecen tu fuerza acabada.

Tímido el minuto suplica al reloj que lo deje salir.

Luz en la sombras de tu huellas, en el bosques de tus lagrima.

No está el naranja ni el opaco sabor de tu fuego.

Quedo tu aliento penetrando en mi garganta lastimando mi alma.

Ayer sabia que no estarías, sin imaginar como sobreviviría al vacio.

Hoy resisto tu sombra con las manos abiertas, invisible ola de dolor.

Sube Baja


A veces hay que aprender a refrescarse los pies en el barro y las manos en el fuego.

Muy pocas veces hay que cargar el crucifijo ajeno.

Nunca hay que sentarse a escuchar al zorro.

Jamás  hay que cruzar el rio con el bote pinchado.

Pero lo  que nunca hay que tolerar, porque siempre hay mas de lo mismo y menos de lo importante, es escuchar  correr el agua que pasa por debajo y convencerse que es mejor dejarla partir.

Hay que avanzar mas allá de la baldosa sobre la que estamos parados. Lo importante del camino no es  lugar del que partimos o al que vamos, sino el aprendizaje que recorremos. Estamos seguros de que nos alejamos, pero no tenemos la certeza de que llegaremos al lugar determinado.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Fracaso




Suaves notas de cielo cubren los senderos
       de quien ausente  peregrina por la vida buscándote.
Tu esencia arremete.
El viento sopla en tu ayuda.
Engendras belleza.
Un estado inconsciente de placer, tristeza y soledad.
Tu obra, un coro fogoso que en las noches tempestuosas 
            canta quebrando  el cristal.
Tu furia contra mi nada, parte la súplica.
Un reflejo azul  despide el silencio.
Rezo por las lágrimas que no pude recoger.

Rompecabezas


Descansa sobre la mesa

en un costado el símbolo,

en el otro el desierto,

en el medio de ambos

el nexo  hacia tu voz.


Una hoja proyecta la  imagen hacia los costados y hacia abajo,

de una figura difusa suspendida en el aire

y como un cuadro sin códigos reposa libre de  bellas   palabras.

  

Si  pudiera  nadar hacia lo profundo de tu ser,

mezcla de barro y agua.

Un arco iris reconcilia mi memoria.

Un puente suspendido al pasado,

 luego que lo demás partió.


Palabras impunes encendieron mi fuego interno,

no recuerdo cuando ni como ardieron.

Me encuentro al descubierto,

desconectado todo vínculo posible hacia ti.

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