Y llego el día que Sofía actuó para el colegio vestida de Marinerita.
El sábado 15 de noviembre de 2014
bailó con su pollera turquesa de lentejuelas, su camisa blanca y el gorrito.
Ella parecía entusiasmada con su
aparición pública. No se parece a mí, porque yo evitaba los actos y odiaba los
ensayos.
Regresamos del colegio a casa
caminando unas 8 cuadras y no parecía sentir vergüenza.
Cuando llego la noche mientras mirábamos
una película me dijo, mamá hoy me aburrí un poco, porque al final hicimos lo
mismo que durante el ensayo pero esta vez con el vestido de marinerita. Entonces
me pregunté, si ella experimentó algo cuando
estuvo frente a 200 o quizá más personas. Es como que nuestra mirada no existió.
Canto y bailo como lo hacía con los compañeros y la maestra. Me confesó que se equivocó, pero no le
resulto importante; lo único diferente
de ese día fue que realmente tenía el vestido. Tampoco la mirada de papá y mamá
pareció tener un atractivo diferente. Desconozco si el resto de los nenes pasará
por el mismo estado de enajenación. Habrá algún nene que le guste estar arriba del escenario, les
importará hacerlo bien o mal? Para qué servirán
los actos escolares? Serán pedagógicos, educativos, sociales o simplemente servirán
para que los papas tengamos las fotos
para el recuerdo.
En esta oportunidad no se conmemoraba nada patrio, simplemente fue para festejar algo con la
comunidad educativa. De todas formas a pesar de lo colorido y musical, no fue
para Sofía muy atractivo el evento, aunque a juzgar de lejos se la veía muy
feliz. Por lo menos, yo sentía algo más próximo al rechazo y al malestar, quizá
algo mejor que la indiferencia total. El sentir lo mismo no debería dar lo
mismo. Pienso si debo preocuparme o quizá ella me demuestre que mejor que
sentir bronca porque te obligan a algo, es hacerlo y listo.