viernes, 5 de octubre de 2012

El país ciclotímico



Este es el país donde las maravillas se pueden encontrar perdidas y Alicia se queda sin historia.



Ni siquiera logro diferenciar mi sombra. Somos muchos transitando el mismo y diferente camino; a veces los siento tan próximos que sus almas me atraviesan.

Es imposible aburrirte, todo se convierte en noticias.  Te adormeces y al despertar todo cambio. Lo que hace unos instantes estaba permitido deja de estarlo y nada de lo pasado tiene valor. Desaparecen los pensamientos, las imágenes, los sonidos y si algo prevalece solo es parecido a lo que era.



Hace un tiempo visité a una persona que vivía en una calle de nombre cualquiera, pero cuando quise regresar no encontraba el sitio. Equivoque el plano o el camino; sucedió que mientras me alejaba, estaban modificando su nombre, imposible imaginarlo. Nadie tiene respuesta de lo que acontece. Aceptan el desafió de lo imprevisto sin cuestionar y sin recompensas.



Los héroes son tantos. Los niños comienzan estudiando un hecho que siempre es distinto. Debe ser difícil construir una conciencia, si apenas es posible recordar. Cuenta historias que nunca terminan, aunque prefieren intelectualizarlo como un final abierto. En definitiva, creo que sucede siempre lo mismo en diferente orden y así seguirá por siempre. Es difícil salir de un círculo en espiral, para ello es necesario tener cierta certeza del centro.



Las personas por televisión le hablan al consciente colectivo persuadiéndolo, emocionándolo, recitando valores y deberes. Es increíble suponer que eso también se les transformo y no logran encontrarlo.



Este es el país de las ultimas cosas, porque duran eternamente solo el segundo en que son alcanzadas. Parece que ese instante les justifica el amor, el odio, el silencio y la vida. Agudizo mi ingenio tratando de resolver el enigma, porque entre lo que se pierde existe algo que nunca agota su energía, ellos la reconocen en cualquier frase, en una lagrima, en las hojas del otoño, en lo simple y hasta en lo imposible. Así se genera el principio de todo aquello que nunca cesara, porque siempre tendrán la inquietud de recobrar lo que perdieron por justicia, por honor, por desidia.

 

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